Busca tus violines. ¡Qué haces que no los estás buscando! Búscalos. No se irán. Te están esperando.
Entre las tinieblas de tu jodida vida sonarán.
Entre los escombros de tu pasado y tu incierto futuro, en ese momento justo, embelesarán tus oídos cuando te pensabas que ya no había vuelta atrás, que la única manera era huir hacia adelante mientras se te escapaban los meses y los años hacia un suicidio emocional o físico.
Su música te invadirá cuando de repente des ese paso que antes veías imposible, que no veías real, acojonado y aferrado a tu existencia miserable, y sin valor de cambiar lo que debiste cambiar hace muchos, muchos años. Te parecerá raro oírlo, no sabrás qué es. Serás un jodido mono en el espacio sin tener ni idea de nada y de repente, en pleno éxtasis serás ese primer homínido de Stanley Kubrick ante un monolito solo para ti, ese primer sorbo a una sopa en el frente de una guerra que ese día se comienza a ganar, ese inmenso primer volar de un pájaro que apenas sabe o comprende que su vida se integra con el aire, al cual ya no teme, y por mucho que caiga, ya sabe que algún día volará y será la hostia. Seguro.
Porque esos violines suenan solo para ti. Porque los has buscado toda tu vida sin enterarte, luchando en tu psique hasta que algún día algo te pasa y sólo lo sabes tú. Y ahí están; o simplemente un día te hartas de ese dolor de oídos y decides quitarte los tapones y ahí estarán ellos. Esperándote con su música.
Los violines marcan el inicio de una etapa. Esa etapa consiste en ir a una ópera en la que tu vida irá de acto en acto, pero ahora de repente en vez de ser un espectador comepipas irrespetuoso con la obra, resulta que serás el director de la orquesta filarmónica de tu puta vida y no querrás cagarla porque ¿a quién le gusta oír música clásica mal tocada?
Busca tus violines. ¡Qué haces que no los estás buscando! Búscalos. No se irán. Te están esperando.