En tu vida hay muchos «ojalás» que deberían ser «seguro«, hay mucho «ya veremos» que debería ser «sin ninguna duda» y hay muchos «estoy bien» que en realidad son muchos «estoy jodido» y no tienes huevos de decirlos pero resulta que luego son ellos los que te duelen por las patadas que recibes ahí y lo más acojonante, valga la redundancia (y siempre vale), es que sigues esperando que no te duelan mientras sigues abriendo las piernas para que pase el siguiente pateador. Y la fila de pateadores es interminable. Y tú ahí dolorido. Y no lo entiendes, encima. Y lo fuerte, lo tremendamente fuerte es que encima es culpa tuya por permitirlo.
Y lo que duele, te lo quedas para ti, pero tu dolor se pasa a los demás a través de tus acciones. Habrá que tratar de convertir las frases-mentira en frases-verdad. Habrá que intentar cerrar un poco las piernas y parar las próximas patadas en los cojones, porque si no un día ya no podrás andar del dolor.
Si no, un día, serás víctima de tu propia apertura de piernas.