El SETI es un lugar de esos que los americanos usan para decir que buscan vida extraterrestre cuando tienen cien mil marcianos diseccionados ya, en laboratorios chuscos dignos de Cruela de Vil en el Area 51. Y aquí todos felices. Es un lugar con unos radiotelescopios que apuntan a diferentes zonas del universo para ver si alguien emite desde algún lado algún NODO de buen agüero que nos permita comprobar que hay fascistas en otros planetas y no solo aquí.
El SETI tuitea fotos del telescopio espacial Hubble en donde aparecen muchas galaxias, cada una con millones de estrellas que son soles, como el nuestro. Pero claro, cada una de esas estrellas tiene planetas, y debe haber millones de tierras por ahí haciendo el indio.
Nuestro sol es la repanocha, sí, pero a la vez es una mierdecilla de estrella si lo comparamos con otros monstruos que hay por ahí flotando sobre la nada sin caerse o cayéndose sobre la falta de nada. Y es que no sabemos una mierda ni del universo, ni de qué une el tiempo y el espacio, y nos imaginamos bolsas de patatas del mercadooooona mercadooona en donde los planetas reposan en 3D girando a toda hostia sin ton ni son alrededor de esas luciernagas clavadas en el cielo como bien decía Timón, el suricato chafardero de El Rey León.
El SETI y sus mentirijillas de guerra fría, enchufando sus antenicas y lanzando sus tweets, ahí ellos en su burbuja hipnopómpica en donde buscan marcianitos en una obra de teatro más falsa que un billete de tres euros. Ahí ellos con su infra-numerillo, su festival de sombras chinescas, sus noticias de Yahoo y sus blogs de chachi-estrellas. Ahí ellos finalmente jugando todos a algún juego de Yoshi con gafas nerds mientras que beben soda americana y tragan ensaladas de tomates kumato hablando del enano de juego de tronos mientras que los marcianos de verdad les miran con sus telescopios microscópicos y se descojonan de todo.