Se puede mantener una relación a distancia. Es jodido, pero se puede.
Sabes que tus átomos demandan sentir a los suyos. Sabes que las células de tu nervio auditivo se mueren por captar las vibraciones de su voz. También sabes que las yemas de tus dedos gritan desesperadas por volver a experimentar esa interacción eléctrica que se produce cuando ambas pieles están en contacto. Esa liberación de electrones en cada roce, esa inmensa y perfecta tormenta molecular de relámpagos en cada una de las caricias que os dais, ahora no la tenéis y la necesitáis.