El momentazo balones de Nivea

Aquello era para vivirlo. La gente enloquecía como si tirasen maná del cielo. Saltaban al agua de aquellas playas de Valencia como si huyesen de uno de los jinetes del apocalipsis y lo hacían con una mezcla de alegría y ansiedad. Un subidón de adrenalina en plena paz y tranquilidad playera.

Así, de repente. Ahí venía el avión. La gente como que lo identificaba rápido. Saltaban de sus sillas como un resorte, daba igual todo. Querían coger antes que nadie alguna de esas putas pelotas de Nivea que alguien lanzaba desde un avión a sabiendas de que la estaba liando parda. El caos en Levante ocurría cuando ese avión volaba bajo y se creaba ese ambientillo de confianza e ilusión en la arena y de repentina enemistad eterna en el agua. Esa pelota tenía que ser para ti, no para el tirillas que se te adelanta siempre. Había disputas y malos rollos en el agua. Se vió alguna que otra hostia y no era para menos. Había mucho Yiyi Malasartes haciendo de las suyas. seguir leyendo