El jodido frío embarrado en tus manos que no se va y que te tele-transporta al medievo picando roca caliza en una mina infame. Tú y tu antepasado, los dos con el mismo frío en las manos, los dos con el mismo anhelo de cambiar de ciudad, los dos deseando empaparos en ron con el ánimo fulgurante de quien ahoga las penas en su única salida empantanada y lúgubre, rica en aspartamo, a la espera de que el cóndor real llegue con el mensaje que os saque de allí.
Nadie como vosotros para enterarse de qué es la vida, de cómo se congelan las lágrimas cuando toca, de cómo se manifiestan los tulpas del horror a vuestro alrededor mientras lucháis contra el frío más visceral de vuestros adentros y tratáis de arroparos para no morir por el de fuera.