Estudiaste para ser eso en un país en el que nadie quiere que seas nada.
Trabajaste por dinero en un sistema en el que nadie quiere que lo tengas.
Viviste aquel infierno porque se suponía que algún día podría convertirse en cielo.
Pasaste por la vida preguntándote qué hostias hacías en esas situaciones que ya se veía que te iban a joder.
Pero tú no viste nada. Nadie lo hace.
Porque todos somos topos de nuestro destino.
No vemos nada de lo que nos viene. No cambiamos de dirección. Escarbamos en dirección al campo de minas.
Y nos da igual.
Pero un día de repente, recuperas un momento el aire.
Y te das cuenta de que siempre te das cuenta tarde
Y miras tus manos y sabes que no aprendes jamás. Pasan los años. No son manos de niño.
Y sabes que deberías pararte a vivir un puto segundo al menos, y mirar si esto es lo que quieres de verdad.
Y te faltan cojones para hacerlo.
Pero algo dentro de ti algún día estallará. Y le pondrás gafas al topo casi ciego.
Y dirás, ya era hora, joder.
Y el topo con gafas se largará de su vida miserable, lejos de la muerte del bosque.
Eso es lo que pasará.